Complica menos a la razón aceptar que la responsabilidad de un problema la pueda tener un “enfermo psíquico” antes de que se pueda reconocer que existe un error en una “mayoría”.

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Complica menos a la razón aceptar que la responsabilidad de un problema la pueda tener un “enfermo psíquico” antes de que se pueda reconocer que existe un error en una “mayoría”.

Este titular resume una respuesta recibida por parte de una de las monjas dominicas que residen en Almonte, a raíz de la anterior publicación que hice a esta. En dicha publicación comentaba la circunstancia adversa en la que me encuentro por el hecho de hacer una corrección fraterna a los fieles laicos de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción y donde hago también diversas citas de las Escrituras que además de ayudarme a sentirme identificado con los apóstoles que también sufrieron circunstancias parecidas, me animan a comprender que voy por el camino correcto.

Después de haber declarado en la publicación anterior que trabajo por una causa noble en la Iglesia: Defender la pureza y la castidad y tratar que todas las personas puedan respetar a Dios y también a aquellos fieles que queremos practicar la verdadera piedad. Y en el mundo: Denunciar la injusticia y corrupción que en este caso más me ha tocado que es la psiquiátrica. ¿Podría esperar de parte de esta monja dominica una palabra o gesto de comprensión o de apoyo? ¿Podría esperar al menos de su parte un pequeño un aliento con su apoyo en la oración para que se termine cumpliendo la voluntad de Dios? No.

Lo que al parecer le ha resultado más relevante a esta hermana dominica según la respuesta a dicha publicación es: “Suso, Jesús no se impuso. Fue humilde”.

Esto lo dice porque al parecer lo único que le ha resultado importante en esta publicación es el comentario que me hizo el párroco, cuando me dijo que lo que yo hago a los fieles no es bajo su criterio una corrección fraterna, sino una imposición.

La respuesta que doy por mi parte a la hermana dominica la hago en forma de pregunta ¿Y Ud. cree que cuando me dirijo a mis hermanos con educación y respeto pidiendo por favor que respeten la santidad y la paz del lugar les estoy imponiendo algo que se entiende que ya deberían de saber?

Agradezco encarecidamente cualquier gesto de diálogo, porque esto me hace crecer como persona y me ayuda a ver también mis posibles errores, aunque después de esta pregunta que le hago ya no recibo ninguna respuesta y esta no es la primera ocasión que me sucede esto. Esto se ha convertido en una costumbre que pone aun más de relieve de que complica menos a la razón aceptar que la responsabilidad de un problema la pueda tener un “enfermo psíquico” antes de que se pueda reconocer que existe un error por parte de una “mayoría” que en este caso la representa una comunidad cristiana. Grave es el error de pensar que por ser en este caso una comunidad formada por muchos miembros crean tener razón en este caso particular cuando por desgracia no saben que prácticamente todos se equivocan. Usar el comodín del “raro”, “anormal”, “friki”, “enfermo”, o cualquier otro tipo de cliché o etiqueta social para poder justificar el comportamiento poco adecuado como cuando hacen un uso indebido dentro de la casa de Dios, me parece un argumento cómodo y facilón para evitar un diálogo necesario que de poder tratarse como sería adecuado en el fondo saben que sería un caso perdido para ellos, pues en este caso también nos ampara el Código de Derecho Canónico y otros argumentos coherentes que también en este caso he podido extraer por medio de una conversación con la IA.

En una ocasión pude leer una frase que venía a decir lo siguiente: “Cuando eres el más sensato de todos, ocurre que puedes parecer el más insensato de todos”. Si aplicamos análogamente esta frase a la circunstancia en la que me encuentro, podría venir a decir algo parecido: “Cuando eres el más correcto de todos, ocurre que puedes parecer que eres el más incorrecto de todos”.

Es importante que podamos establecer las diferencias más importantes que existen entre tener celo e imponerse. De antemano debemos de decir que son dos actitudes que pueden parecer similares, aunque tienen connotaciones y efectos muy diferentes.

Tener celo implica:

– Pasión y entusiasmo: tener celo por algo o alguien significa tener una gran pasión y entusiasmo por defender o promover esa causa o persona.

– Dedicación y compromiso: implica una dedicación y compromiso genuinos para lograr un objetivo o proteger a alguien o algo.

– Iniciativa y motivación: tener celo puede motivar a las personas a tomar iniciativas y trabajar hacia un objetivo común.

Imponerse, por otro lado, implica:

– Autoritarismo y control: imponerse sobre otros puede implicar un deseo de controlar o dominar a los demás, a menudo sin considerar sus opiniones o sentimientos.

– Falta de respeto: puede implicar una falta de respeto hacia los demás, sus opiniones y sus límites.

– Resentimiento y conflicto: imponerse sobre otros puede generar resentimiento y conflicto, en lugar de fomentar la colaboración y el trabajo en equipo.

Estas vienen a ser las diferencias sustanciales entre tener celo e imponerse dentro del contexto de la corrección fraterna, por lo que es importante distinguir entre tener celo por la verdad y la justicia, y imponerse sobre los demás. La corrección fraterna debe hacerse con amor, respeto y empatía, y no con el objetivo de dominar o controlar a los demás, pero sin miedo a tener que provocar una confrontación, tal como pudo sucederle a Jesús en el Evangelio, como cuando tuvo que reprender a las personas que también hacían un uso indebido del templo (Mt. 21,13; Mc. 11,17; Lc. 19,46).

Si, Jesús fue humilde Hna. Dominica y jamás se impuso, aunque tuvo la obligación más que una necesidad de hacer respetar a Dios sobre todas las cosas ya que esta obligación viene a estar en completa sintonía con el primer mandamiento de la Ley de Dios: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos» (Mt. 32,37-40).

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