Correspondencia anónima con un sacerdote: El silencio necesario y el prohibido (cuando la verdad se encuentra en juego).

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Correspondencia anónima con un sacerdote: El silencio necesario y el prohibido (cuando la verdad se encuentra en juego).

La presente entrada del Blog responde a una carta recibida por parte de un sacerdote de la diócesis de Huelva que en ocasiones ha presidido algunas misas de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción en Almonte. Este sacerdote que preservo en el anonimato para que pueda sentir mayor libertad en su ejercicio comparte la parte positiva de que se pueda hacer respetar el silencio en los lugares sagrados, aunque con ciertos reparos. Los reparos que pone este sacerdote son supuestas “agresiones” que pueden identificarse en este caso con los “gritos” que en ocasiones me veo obligado a dar y que en esta respuesta que le envío trato de justificar la causa que me motiva a actuar de esta manera.

Estimado D. Sacerdote.

Ante todo, le doy las gracias de nuevo por abrirse al diálogo, pues a mayor unidad podremos tratar de promover mejor el respeto por la paz y la santidad de los lugares santos.

Entiendo que el reparo que encuentra Ud. en este caso es cuando se refiere al trato que tengo con las personas que no saben estar en estos lugares, no se producen solamente porque se han corrompido las buenas costumbres, sino porque además hay apenas autoridades que estén dispuestas a predicar a tiempo y destiempo, reprender y reprochar con toda paciencia y enseñanza (2 Tim. 4,2) y a poner en práctica el mandamiento evangélico de la corrección fraterna (Mt. 18,15-17) para poder establecer el orden. Por la multitud de dirigentes que desgraciadamente se han convertido en perros mudos (Is. 56,10-12), Dios hace que surjan necesariamente los profetas, que son aquellos que alzan la voz como una trompeta (Is. 58,1), y que cumplen una labor necesaria pero incómoda como la del profeta más grande que conocemos por medio de las Escrituras, pues así sabemos que también se definía san Juan Bautista «Yo soy la voz que grita en el desierto» (Jn. 1,23).

Bajo mi humilde opinión creo que no se puede concebir la vocación profética que todos adquirimos por el bautismo sino exteriorizamos un cierto celo por Dios y las cosas sagradas. La ira santa  o “santa indignación” es una pasión tan lícita como necesaria que todos estamos llamados a ejercer por el bien para luchar contra toda injusticia y corrupción. Cuando el cristiano se vuelve indiferente y pasivo debería de sentirse interpelado por aquellas palabras de santa Catalina de Siena: «Gritad, gritad con cien mil lenguas, que por haber callado el mundo está podrido».

Me comenta que es necesario buscar formas dentro de un proceso “psicológico” para invitar a las personas a que guarden silencio. El problema tiene una raíz tan profunda que difícilmente puede atajarse por una simple invitación puntual o insistente, aunque debería de saber que también he tratado de dialogar con el Sr. Párroco para poder al menos señalizar las entradas de la parroquia con un cartel que pueda hacer esta invitación. Por lo que entiendo esto no interesa, ya que de proceder de esta manera tendrían que enfrentarse como lo hace este servidor que le escribe contra muchas personas desobedientes y rebeldes que no están dispuestas a respetar ni, aunque se lo transmita directamente una autoridad. Esto lo pueden hacer en el santuario de El Rocío en ocasiones, aunque de la misma manera que la ignorancia embrutece al hombre, es la verdad la que nos aporta nobleza y estos sacerdotes creo que temen ser agredidos de la misma manera que lo han hecho ya conmigo dentro de la parroquia.

Esto último que le he mentado se lo he dicho para que me diga solamente una, solo una vez en que haya agredido a alguien. Por mi parte puedo decirle que he sido expulsado violentamente de la parroquia en dos ocasiones y en resumen podría decirle que el desencadenante fue una vez por gritar “viva el Amor” después de que la gente hubiese dado unos vítores a la Virgen del Rocío y otra por pedir a los hermanos que guardasen silencio y respeto en este lugar sagrado ante el gran escándalo formado por los familiares y amigos de un difunto después de la Santa Misa de aniversario. Le pregunto ahora, ¿soy yo el que agredo o son más bien los demás quienes me agreden a mi?

Dice además que “los gritos provocan rechazo, aunque se den por una buena causa”. Comprendo que dice esto porque se encuentra completamente integrado en una cultura en la que solamente aquellos que tienen una autoridad como la que ostenta Ud. pueden disponer de los medios tecnológicos para poder ser escuchados. Podría parecerle una observación poco estudiada, pero la megafonía y la autoridad han caminado de la misma mano en este breve lapso de la historia y este progreso integrado en su vida le ha permitido en este caso a Ud. como a tantos dirigentes ejercer su autoridad con el beneficio de poder modular el tono de su voz, aunque con el inconveniente que de esta manera se oculta la pasión en sus predicaciones o mensajes que nos permitirían ver el rostro o la intención real de las personas que en este caso se manifiestan públicamente. Debe de pensar que el fenómeno de la megafonía es relativamente una novedad de nuestro tiempo y los profetas y predicadores antes y después del cristianismo se han expresado siempre abiertamente por medio de sus voces vivas. Con esto quiero decirle que mientras las autoridades de la Iglesia sigan siendo indulgentes con las directrices de este mundo, seguirán formando parte de esta representación que tal como nos dice san Pablo terminará acabando (1 Co. 7,31), mientras que aquellos que por la gracia de Dios aún tenemos estas voces vivas, sabemos que nos avalan siglos de historia dentro de la tradición cristiana.

Ya nos dice el Señor que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz (Lc. 16,8), pues en este aspecto el sistema es demasiado “inteligente”, pues si hoy en día no tenemos una autoridad que haya sido acreditada por los cánones de aquellas elites que están por encima de los propios poderes del Estado, uno se convierte en un disidente. La perspectiva real del disidente religioso no puede ser otra que la del profeta y los mecanismos actuales para amordazar la libertad de aquellas personas que hayan aceptado llevar esta cruz es la cárcel junto aquellas personas que han sido desestimadas mentalmente (psiquiátricos) y las sujeciones o correctivos químicos (psicofármacos) que en verdad no tienen una función terapéutica tal como se ha hecho creer a muchos, sino más bien la de limitar las funciones vitales (dificultades para poder comunicarse, retardo en el pensamiento, sequedad de boca, nervios, agitación, inquietud, etc.).   

Existen multitud de ejemplos en las Escrituras de personas que mostraron un gran celo por Dios, por el templo y por ciertas cosas que para el pueblo judío eran sagradas y entre estas personas se encuentran por ejemplo el profeta Elías, pues su celo fue tan intenso que llevó a la restauración del altar de Dios, que estaba derribado, y a la confrontación directa de la apostasía en Israel. El sacerdote Fineas actuó con un celo justo para detener la inmoralidad del pueblo de Israel y la apostasía, que había provocado una plaga. El rey Ezequías realizó una purificación profunda del templo que había sido contaminado. Nehemías, lideró la reconstrucción de los muros de Jerusalén y, junto con Esdras, la restauración espiritual del pueblo después del exilio en Babilonia.

Aunque sin duda, el ejemplo de mayor transcendencia lo encontramos en Jesús, en Aquel que sabemos que es también nuestro modelo en mansedumbre y  humildad de corazón y que para nuestro asombro en un arrebato de celo hizo un azote de cordeles y derribó las mesas de aquellos comerciantes que profanaron el templo cuando en este caso lo convirtieron en un mercado. De la misma manera que en su momento estas personas hicieron un uso indebido del templo, a lo largo de la historia tal como sucede en nuestro tiempo la casa de Dios se profana de muchas maneras y la más común es con el ruido de este mundo y también con conversaciones distraídas precisamente en aquellos momentos que se deberían de dedicar al recogimiento en la oración y a la acción de gracias. No debemos de tener ninguna duda que nuestro Señor Jesús no ha bajado ni el tono de su voz, ni ha cambiado su comportamiento ante este tipo de profanaciones en los lugares sagrados y tampoco podemos  dudar que sus palabras hayan sido rebajadas: «Escrito está —dijo—: “Mi casa será llamada casa de oración”, pero ustedes la han convertido en “cueva de bandidos”» (Mt. 21,13).

Si analizamos a vuela pluma esta escena en la que Jesús expulsa a los mercaderes del templo en Jerusalén podremos observar que muestra un celo intenso por la santidad del templo y la pureza de la adoración. Después del reparo que me pone Ud. creo que si hubiese sido un espectador más de esta escena comprendería la conducta o comportamiento de nuestro Señor como un acto inusual o incluso controvertido. Este comportamiento puede ser visto como inusual porque:

– Desafía las normas establecidas: Jesús cuestiona la práctica común de vender animales y cambiar dinero en el templo, lo que era una tradición arraigada en la época.

– Muestra autoridad y poder: Jesús actúa con autoridad y poder, demostrando que no tiene miedo de desafiar las estructuras establecidas.

– Expresa su pasión y celo: Jesús muestra un profundo celo por la santidad del templo y la pureza de la adoración, lo que lo lleva a actuar de manera decidida y enérgica.

Al mismo tiempo este comportamiento resulta ser incomprendido por el mundo porque:

– Puede parecer violento o agresivo: la acción de Jesús puede ser vista como violenta o agresiva, especialmente en un contexto religioso.

– Desafía la autoridad establecida: Jesús desafía la autoridad de los líderes religiosos y políticos de la época, lo que puede ser visto como una amenaza.

– Requiere fe y comprensión: para entender el comportamiento de Jesús, se requiere fe y comprensión de su misión y propósito.

En última instancia, el comportamiento de Jesús en el templo es un ejemplo de su celo por la santidad y la pureza, y su deseo de que las personas se acerquen a Dios de manera auténtica y reverente. Su ejemplo nos marca los pasos que debemos de seguir aquellas personas que buscamos la pureza del amor con la misma radicalidad que Él nos enseñó.    

La metodología que propone Ud. creo que se ciñe a unas buenas razones, aunque como dice el refrán “obras son amores”. Sabe que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos (Mt. 22,14) y si apenas hoy nadie desea ejercer el rol del profeta es porque esta cruz pesa mucho para aquellos que en su caso han dado este fiat a Dios. El peso de esta cruz implica un desagrado por ser maltratado, perseguido, incomprendido, deshonrado, ser objeto de burla y humillación, ser apartado de la comunidad y experimentar el quebranto en la soledad, y aunque vivir este oprobio no resulta ser nada fácil, no dudo que esta sea una opción mejor que engañarnos a nosotros mismos teniendo una vida adulterada, es decir, teniendo más amistad con el mundo que con Dios «Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios» (St. 4,4). 

He considerado sus palabras y consejos y si me permite por mi parte darle uno que en este caso podría formar parte de esta metodología necesaria que en verdad podría llegar al corazón para proponer el silencio a los fieles, tanto los sacerdotes como los religiosos empezando por ejemplo por Ud. mismo, deberían volver a predicar la realidad del infierno, el juicio, la muerte y el cielo. Después de faltar en la predicación estos pilares principales que en gran parte sostienen el Evangelio y que por desgracia los dirigentes eclesiásticos de nuestro tiempo han escamoteado con tanto descaro con el fin de poder evitar la suerte del profeta, es lo que en verdad ha provocado que las personas pierdan gran parte de su conciencia de pecadores y en consecuencia dicho respeto a lo que es sagrado. Así que la solución también está en su mano y de la misma manera que el Señor me va a pedir cuentas en el día de mi juicio por aquellas almas que por mi negligencia y omisión se han perdido en el infierno, con mayor razón debería de saber que los hombres consagrados a Dios recibirán en este caso muchos más azotes (Lc. 12,47-48), ya que recibieron mucho más que otros que no solamente hicimos lo que pudimos, sino que por las resistencias que nos pusieron no pudimos tener la suficiente libertad evangélica o libertad interior (parresia) para poder corregir los errores y suplir muchas de las carencias que por desgracia han demostrado tener la mayoría de las autoridades eclesiásticas de nuestro tiempo.

              Espero que no tenga inconveniencia que pueda publicar nuestra correspondencia de forma anónima en mi Blog, pues no solamente creo que pueda ser de interés general, sino que además creo que puede ayudar a otras personas a saber discernir donde está el error y la verdad que tal como podemos esperar que no sea de otra forma ya nos dice santa Teresita de Jesús que ésta padece, aunque no perece. Y haciendo alusión a la santa de Ávila, es un consuelo recordar también lo que nos enseña cuando nos dice que, «prefiero la verdad en soledad al error en compañía».

Se despide atentamente esperando una posible respuesta de su parte con un fuerte abrazo:

Jesús del Pino Marín

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