Todos los días me espera la Policía Local a la puerta de la Iglesia.

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Todos los días me espera la Policía Local a la puerta de la Iglesia.

Al parecer vuelvo a estar en el punto de mira de los servicios sociales. El argumento que pueden aportar siempre suele ser el mismo «desorden público». En parte comprendo que tengan esta percepción de la realidad, pues si las autoridades eclesiásticas creen que lo que hago especialmente después de la Santa Misa no es una corrección fraterna para pedir respeto a Dios y a los fieles que deseamos recogernos sino más bien una imposición a los fieles, lamentablemente no me queda mucho margen de respuesta ya que por desgracia aprecio su actitud distante y poco dialogante. Me salva en este caso que estas correcciones fraternas gracias a Dios siempre las he grabado y constan en un registro digital, por lo que a la hora de la verdad podrían servirme para defenderme si me quisieran complicar mucho más la vida.

Quien desee conocer las razones con mayor detalle que me han llevado a esta circunstancia adversa puede revisar al menos las últimas publicaciones que llevo haciendo en el BLOG desde hace más de tres semanas y media, aunque toda esta circunstancia adversa que padezco se resume concretamente en la resistencia que ponen los sacerdotes y fieles cuando rechazan la corrección fraterna. Al mismo tiempo soy consciente de que es «cierto que ninguna corrección es, a su tiempo agradable,  sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella» (Heb. 12,11).

De forma breve quisiera decir a aquellas personas que me aprecian que este es el resultado de una prueba que Dios me pone para que pueda demostrarle también mi fidelidad. La persecución interna en la que me encuentro es verdaderamente atroz, pero me permite la oportunidad de amar y perdonar a los que me hacen este mal.

Quizá sea este el momento más adecuado para poder aplicarme la exhortación que nos hace san Pedro:  «Pero si, además, tuvierais que sufrir por causa de la justicia, bienaventurados vosotros. Ahora bien, no les tengáis miedo ni os amedrentéis. Más bien, glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo. Sufrir haciendo el bien, como Cristo. Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal» (1 Pe. 3, 14-17).

Oremos por los cristianos perseguidos, por nuestros perseguidores y también por aquellos que por desgracia no se sienten perseguidos, pues pensemos que cuando en la vida cristiana falta la persecución es señal de que algo falla, pues así nos dice el Señor: «seréis perseguidos por causa de mi nombre» (Mt. 24,9).

Desde este momento os ruego que me encomendéis a Dios en vuestras oraciones, aunque de forma especial os ruego que os acordéis también de mis padres que con 83 y 85 años con una salud delicada tendría que dejarlos prácticamente desatendidos de nuevo por estas cadenas que sufro por el Evangelio «Y por causa del evangelio soporto sufrimientos, incluso el estar encadenado como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada» (2 Tim. 2,9). Sé que gracias a Dios cuento con personas que me aprecian y que a pesar de tanta incomprensión saben que trabajo por una causa noble en la Iglesia: Defender la pureza y la castidad y tratar que todas las personas puedan respetar a Dios y a todos los fieles que queremos practicar la verdadera piedad. Y en el mundo: Denunciar la injusticia y corrupción que en este caso más me ha tocado que es la psiquiátrica. Son dos frentes de combate muy grandes que sin la ayuda de Dios no podría hacer nada (Jn.15,5).

Cualquier apoyo que os sintáis llamados hacer es muy importante para mí y seguro que el Señor no os dejará sin recompensa (Mc. 9,41). Me atrevo a decir incluso que esta causa redunda también para el beneficio de todos.  

MUCHÍSIMAS GRACIAS

Psiquiatría y disidencia política

Tanto desde el mundo de la filosofía como desde el ámbito médico han existido innumerables voces críticas con la medicina en su rama psiquiátrica en lo que al cumplimiento de su función se refiere. Muchos han intentado dar cuenta de la incapacidad que arrastra la medicina mental en su objetivo de curación y terapéutica de los considerados locos.

Pero, ¿y si ese fracaso constante en la empresa de curar a los que ellos denominan enfermos mentales no proviene de su incapacidad, sino de que no es esa su verdadera misión? En este pequeño texto nos gustaría abordar otras posibles funciones de la psiquiatría, funciones políticas, en las que la medicina mental ha cosechado verdaderos éxitos en lo que al ejercicio del control social se refiere.

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