Alemania retira un crucifijo de escuela por “violar derechos de no creyentes”

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Un tribunal de Múnich ha causado revuelo en Alemania —y más allá— al ordenar la retirada de un crucifijo de la entrada de una escuela pública en Baviera.

La razón: el símbolo cristiano supuestamente “viola los derechos de los no creyentes” y atenta contra el principio de neutralidad ideológica del Estado.

Una cruz demasiado visible

El crucifijo en cuestión no pasaba desapercibido. Colgado en la entrada del instituto, era lo primero que veían estudiantes, profesores y visitantes al entrar.

Incómodos con su presencia, lo consideraron una imposición simbólica y decidieron llevar el caso a los tribunales después de no obtener respuesta por vías administrativas.

El tribunal de Múnich les dio la razón: “la presencia del crucifijo obliga a los estudiantes a confrontar un símbolo religioso”, lo que, según el fallo, contradice la libertad negativa de religión, es decir, el derecho a no profesar ni verse expuesto a manifestaciones religiosas.

El argumento clave fue que los estudiantes —al estar sujetos a escolarización obligatoria— no podían evitar ver el crucifijo debido a su tamaño y ubicación. Por tanto, el símbolo se percibía no como una expresión libre de fe, sino como una especie de presión institucional.

Entre tradición y secularismo

La decisión genera particular controversia en Baviera, el estado alemán con mayor tradición católica. Allí, por ley, todas las aulas de primaria, secundaria básica y escuelas especiales deben tener un crucifijo visible. Esta medida se considera parte del patrimonio cultural y educativo de la región.

Sin embargo, la normativa no se extiende a las escuelas secundarias, como la afectada por el fallo. El tribunal se apoyó en esta excepción legal para reforzar su decisión, insistiendo en que no hay base normativa que justifique un crucifijo en esa ubicación específica.

¿Neutralidad… o vacío simbólico?

El fallo ha reabierto un viejo dilema europeo: ¿debe la neutralidad del Estado implicar ausencia total de símbolos religiosos, o puede admitir referencias culturales compartidas, siempre que no se impongan?

Los defensores de la retirada del crucifijo argumentan que la escuela pública debe ser un espacio ideológicamente neutro, especialmente en sociedades cada vez más diversas. Para ellos, incluso un símbolo pasivo como una cruz en la pared puede ser ofensivo o excluyente.

Por otro lado, se critica lo que consideran un exceso de laicismo, que no promueve neutralidad, sino una especie de «desarraigo cultural». La cruz, dicen, no impone creencias, sino que refleja la historia y los valores que han modelado la sociedad europea durante siglos.

¿Y qué pasa con los creyentes?

Curiosamente, el debate gira casi exclusivamente en torno al derecho a no creer, mientras se ignora que retirar el crucifijo puede percibirse como una limitación del derecho a manifestar públicamente la fe, garantizado también por los tratados y constituciones europeas.

La libertad religiosa plena implica reconocer tanto el derecho a creer como a no creer, y encontrar formas de convivencia que no pasen por eliminar símbolos a toda costa, sino por contextualizarlos y respetarlos.

Este no es el primer caso de este tipo en Europa. En Italia, Francia o España ya se han vivido episodios similares. Cada decisión judicial, lejos de cerrar el debate, parece avivarlo aún más. ¿Dónde está el equilibrio entre pluralismo y patrimonio cultural? ¿Debe adaptarse la ley a la sensibilidad individual, o al contexto histórico y mayoritario?

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